El término nació en Estocolmo alrededor de 2016. Es el neologismo resultante de fusionar la expresión sueca ‘plocka upp’, que se traduce como ‘recoger’, y la palabra inglesa ‘running’ (correr). Viene a definir una práctica que consiste en ir recogiendo desperdicios, al trote y bolsa en mano.
"El ‘plogging’ nació de ‘runners’, del lado deportivo", recuerda Reyes Olivares. "Solemos correr siempre por los mismos parajes, y, al final, no lo puedes evitar, quieres hacer algo para quitar toda la basura que te encuentras. Tenemos comprobado que este gesto tampoco afecta al entrenamiento", añade.
"Hay que explicar a las personas, por ejemplo, que hacer ‘plogging’ con bolsas de plástico no es coherente, y animarlas a usarlas biodegradables", indica Reyes Olivares, que defiende que hay que ir puliendo y afinando la fórmula para que no se quede en el acto puntual, sino que sirva para tomar conciencia de nuestros impactos en el entorno, ayude a cambiar hábitos y conecte con la realidad y los problemas del mundo. Un puente hacia el activismo ambiental y social, según viene a decir.